De lo más cómoda, montada en una improvisada hamaca y con la inocencia de todo niño, una pequeña fue la atracción en la ruta de los peregrinos, mientras era llevaban por padres en su peregrinar hasta Caacupé para pagar su promesa. La niña incluso iba con lentes de sol.
Este es solo uno de los miles de casos de peregrinos que llegaban aún a la Villa Serrana para pagar una promesa familiar y dar gracias por la vida o por la salud, ya que en los momentos más difíciles que se presentan muchos solo se aferran a la fe y se encomiendan a la madre de Dios para salir airosos de cualquier situación.
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