“Me acuerdo perfectamente de todo lo que pasó ese día. Desde que subimos al barco sucedieron muchas cosas extrañas que ya indicaban que ese viaje no iba a llegar a buen puerto. Recuerdo que nos subimos en Asunción en la playa Montevideo, con destino a Vallemí, departamento de Concepción y fuimos pasando por muchas situaciones que pareciera nos querían advertir que algo malo iba a ocurrir con esa embarcación”, contó a Crónica doña «Pochó», como se la conoce a Isidora Galeano.

En su memoria aún está presente lo que vivió como si hubiera sido hoy mismo. Es que cada 10 de febrero automáticamente la lleva a navegar en sentimientos de angustia y dolor. Un día como hoy, pero hace 44 años, se sufría uno de los peores naufragios de la historia en nuestro país y que fue noticia en el mundo entero: el barco Myriam Adela se hundió en medio de una descomunal tormenta en el río Paraguay, tragedia en la que 113  personas resultaron muertas, en su mayoría niños.

Pero este hecho desgarrador teñido de luto no fue solo dolor por la pronta partida de seres queridos, sino que además significó un golpe que marcó a toda una generación. Una ciudad entera apostada en las orillas del río esperando que los cuerpos de sus seres queridos sean encontrados. Noches enteras de llanto en prácticamente toda la comunidad. La imposibilidad de dar cristiana sepultura de forma diga a sus seres amados ante semejante acontecimiento que sobrepasó todo lo previsible. Y por sobre todo, el poder sobrevivir con ese recuerdo «gritando» en la memoria de quienes tuvieron la suerte de no ahogarse.

“Yo estaba en la parte de abajo y le dije a mi hermano que también se baje, por que estábamos en peligro. Pero no me hizo caso», recordó. Es que apenas subieron a la embarcación, a eso de las 7 de la mañana, no pudieron zarpar porque un remolcador que empujaba las barcazas iba pasando, por lo que tuvieron que dar vueltas en la Bahía. «Eso ya fue un mal augurio», aseguró la señora.

«Cuando alcanzamos Puerto Rosario, en la parte donde decía Myrian Adela, se llenó de ‘kavichu’i’. Eso hacía mas fuerte la premonición de que ese viaje iba a ser muy feo. Cuando apenas salimos de Puerto Rosario, una enorme víbora salió frente al barco, allí no quedó más que empezar a rezar», recordó la sobreviviente que en ese entonces tenía 40 años.

«Cuando seguimos el camino, empezó a levantarse una tormenta que en cuestión de minutos ya nos alcanzó, pero en realidad fue como un tornado. Yo recuerdo que levantó el barco y luego caímos al agua pero boca abajo. Allí empezó la desesperación. Llantos, gritos y pedidos de ayuda se escuchaban por todas partes… Los ruidos de los barcos y las personas desesperadas hicieron que ese momento sea realmente de terror. Lastimosamente nadie estaba en condiciones de ayudar ya que todos estábamos luchando por sobrevivir», recuerda la mujer que el 15 de mayo debe cumplir 84 años

«Yo me salvé al sujetarme de un pedazo de madera, pero lastimosamente muchas personas murieron. Hasta ahora no puedo olvidar el grito desesperado de las personas que pedían socorro en medio de la oscuridad. Fue algo realmente desgarrador. Lo que pasamos nunca podremos olvidar los que llegamos a sobrevivir», dijo a Crónica «Pochó».

Recordó además que todo Concepción se tiñó de luto en ese entonces porque todos los ciudadanos perdieron a un familiar en esa tragedia. «Durante mucho tiempo solo se escuchaban lamentaciones en la ciudad, había familias enteras que fallecieron. Algunos perdieron a sus hijos, hermanos, padres o a sus madres» finalizó.

Incluso hasta hoy, en algunas noches en las que navega entre sueños, recuerda esa tragedia y se levanta exaltada. Esos gritos que permanecieron en su cabeza desde entonces nunca la abandonarán. Pero ella agradeció a la vida por darle una nueva oportunidad para salir a flote y disfrutar de los suyos.