23 de julio de 1977. Pasaron 45 años. Ese día se apagaba, en Buenos Aires, la vida del que fuera considerado el mejor jugador de todos los tiempos del fútbol paraguayo y máximo goleador histórico del fútbol argentino: Arsenio Pastor Erico.

«Erico es diferente a todos, a todo lo que vi. Un jugador notable. Todo lo que engloban, sin exagerar, las cinco letras de la palabra crack. Para mí, un malabarista de circo, un artista. Perdón, un gran artista».

Estas palabras corresponden nada menos que al argentino Alfredo Di Stéfano, considerado el máximo ídolo en la historia del Real Madrid de España, que tenía una devoción por nuestro compatriota.

La historia de Arsenio Erico la saben casi todos. Debutó en Nacional y en una gira por Buenos Aires para recaudar fondos, que se hizo a través de la Cruz Roja, durante la Guerra del Chaco, impactó por su juego y generó el interés de River Plate e Independiente, siendo este último el que logró hacerse con sus servicios.

En el «Rojo» de Avellaneda, hizo historia, fue campeón, ídolo y referente, al punto de ser considerado el más grande entre los grandes. Sus 295 goles son, hasta ahora, insuperables, por lo que su figura cobra aún mayor dimensión.

Hoy los restos del histórico «Saltarín Rojo», «El Paraguayo de Oro», «El Rey del Gol», «El Mago» y un montón de calificativos que le pusieron por su notable e impresionante calidad dentro de la cancha, descansan en el mausoleo que se hizo especialmente para él en el estadio Defensores del Chaco, desde su repatriación en el 2010.

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