Coraje, abnegación, valor y disciplina son las palabras que resaltan en el escudo de unos héroes, que acuden siempre uniformados ante cualquier auxilio que se presente. Nunca antes los citados valores habían representado tan bien la realidad de estas personas que, con el distintivo amarillo, rojo o azul, ofrecen su valerosa ayuda, pese a recibir solo migajas de las autoridades.

Esta vez, Ricardo Vera, no estaba con su uniforme, pero no dudó en socorrer a una criatura a quien literalmente le salvó la vida. El hombre se encontraba en local comercial de su hermana, en barrio Obrero, Asunción. Allí se encontraba una pareja con su hijito de unos 4 añitos. De pronto, el menor se atragantó con un pedazo de paleta. La madre, desesperada pidió ayuda y fue ahí que Ricardo actuó. Sacó a relucir lo que sus capacitaciones como bombero voluntario le enseñaron y aplicó al menor la maniobra de heimblich y logró salvarle la vida.

“No me considero un héroe, pero solo hice lo que juré en su momento en la Academia, que es tratar de salvar vidas y auxiliar al que necesita. Ese niño es el hijo de un amigo de infancia, quien me dijo ‘salvale a mi hijo’, actué porque esa es mi misión, y gracias a Dios salió todo bien”, dijo a Crónica el valiente bombero que hace 10 años presta servicio en la Novena Compañía de Villa Elisa.

“Estaba en el local de mi hermana. Allí también estaba una pareja con su hijito. El papá realizaba pagos y en eso le compró una paleta grande a su hijo. El niño comenzó a lamer. De pronto, la paleta se cae al suelo y se rompe todo. El menor se agachó y agarró un pedazo, metió en su boca y se atragantó. Su mamá nos avisa desesperada y ahí lo auxilié”, sostuvo.

Los superhéroes de la talla del Capitán América o Spiderman quedan cortos ante los incesantes trabajos de los miembros del cuerpo de bomberos que, como Ricardo, sin poderes o una capa ondeando en la espalda, son unos superhombres luchando contra todo y auxiliando al que necesita. “La desesperación comenzó a ganar en ese lugar, pero por suerte salió bien. Me emocionó mucho. Pasé por muchos procemientos, pero este fue el que más me tocó. Nunca me pasó algo de esta manera”, dijo.

“Era actuar o se iba.  Él ya no respondía, pero seguí y seguí. Sentí el peso de toda esa criatura. Le miraba e intentaba que no cierre la boca. Fueron segundos de mucha incertidumbre, parecía una eternidad, pero por fortuna salió bien. En medio del trabajo, el niño abrió los ojos y comenzó a llorar. En ese momento no demostré ninguna emoción,pero cuando fui a mi casa lloré de la emoción y abracé mis hijos, porque fue un momento muy angustiante, pero por fortuna tuvo un final feliz”, comentó.