Días atrás, en el Líbano, Sali Hafiz entró a un banco de Beirut a exigir que le den sus ahorros, unos 20 mil dólares, para poder costear el tratamiento de una hermana que está con cáncer. Sin embargo, por una ley como la del “corralito” en curepilandia, el Gobierno prohibió a la gente tocar sus cuentas.

Por eso, a la mujer se le ocurrió la idea de robar el local de la entidad bancaria donde ella hacía sus depósitos. Para ello se valió de dos amigos, una pistola, que algunos sostienen era de juguete, y una botella en la que mezcló agua con un poco de combustible, como para “darle olor”.

Ni bien entró al banco comenzó a transmitir por Facebook el “robo”. Dijo quien era, dio su número de cuenta, dijo lo que quería sacar y hasta pidió firmar una boleta de extracción. Eso sí: se vio forzada a hablar con violencia y a amenazar a todos con la pistola de plástico para que la peloteen.

Cuando tuvo el dinero, que en realidad solo fueron 13 mil de los 20 mil dólares que ella tenía depositado, salió por la parte de atrás del banco y, como estaba transmitiendo en vivo, dijo que se iba al aeropuerto para volar a Estambul. Sin embargo, se fue directo a su casa donde tenía preparado un vestido, un relleno de embarazo y uno de esos pañuelos que usan en la cabeza.

Los volai se dividieron. Un grupo fue al aeropuerto y otro a la casa, pero al llegar a la misma, las atendió ¡una mujer embarazada! Los tipos ni ahí pillaron que era ella misma. Hoy día es una prófuga de la justicia, pero en su país son varios quienes la consideran una heroína.

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