El casamiento de Pablo González y doña Juan Beba Cáceres, conmovió a todos.Y no es para menos: los ingredientes son dignos de una novela de ésas que despellejan narices a suspiros. Ambos decidieron unir sus vidas en uno de los sitios más oscuros para cualquier alma humana: la cárcel. Así, demostraron que para el amor no hay barreras.

Los tortolitos dieron el si en la penitenciaría Regional de Villarrica. Él, impecablemente vestido con un traje de color negro. Ella con un vestido blanco hermoso. Ambos se encuentran privadas de libertad, pero buscan en un futuro salir a las calles y vivir juntos hasta que el de arriba diga basta.

Cuando se conocieron, sus corazones estaban vacantes y ambos sintieron que “algo” podría pasar entre ellos. Y Cupido se encargó del resto.b“Clavó” sus flechazos imprevistos y hasta a veces casi inexplicables, pero fulminantes, en los dos. Fue el comienzo de esta hermosa relación sentimental a la cual, en las últimas horas, le pusieron la frutillita a la torta, uniendo sus vidas en matrimonio.

La esperanza de poder concretarlo siempre estuvo en medio de oraciones y pedidos al de arriba. EY finalmente se dio. Armaron todo como debía de ser y ¡se casaron en la cárcel.

Fue un acto muy emotivo, tanto para los contrayentes como para los presentes. No es para menos, era una forma de ratificar aquello de que para el amor no existen barreras, en este caso, rejas.

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