Para muchos, años atrás, mandar contenido a los grupos de “guasá” donde parecía una cosa pero al final se terminaban escuchando el gemina de una actriz “nopor” era una de las bromas preferidas. Pero el que estaba recontra podrido de esos gemidos, que encima eran en vivo y en directo, era un arriero que vivía en una casa que estaba pegadita a un motel. Fue a juicio y finalmente ganó.
Según comentó el hombre, fueron unos diez años insoportables en lo que “no había manera de conseguir un poco de paz”. “El hotel sigue acá, al lado de donde vivo yo. La convivencia es ‘hola’ y ‘chau’, ni más ni menos”, describe la víctima en charla con Infobae.
Entre las cosas que aseguró lo atormentaban se encontraban el “tun-tun-tun que hace una cama contra la pared en la que dos personas están teniendo relaciones”, los ruidos de las lavadoras de las sábanas, las aspiradoras y sonidos “que puede imaginarse cualquiera en el contexto de una relación sexual… hay gente que hace más ruidos y gente más silenciosa”.
Finalmente, tras todo ese calvario, la Justicia le dio la razón y no solo obligó al motel a regular los decibles de ruido que producen, prueba que fue clave para ganar el pleito, sino que además hizo que se le pague a la víctima más de 20 mil dólares en indemnización.
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