Comentó que necesita consultar con un especialista en oftalmología para poder usar un anteojo adecuado que la ayude en su vista.
- LORENZO AGÜERO
- Corresponsal
Dulzura, ternura y sobre todo amor, es lo que desprende la mirada de doña Isabel Floria Chamorro, de 91 años, al momento de observar a su fiel compañera: su antigua máquina de coser. “Es como mi esposo (dice por su máquina), gracias a esta labor pude criar a mis 7 hijos y brindarles una buena educación”, comentó.
Doña Nena, como todos la llaman, lleva más de 70 años trabajando como modista. Es una de las primeras costureras de la ciudad de San Pedro de Ycuamandyyú, donde vive, en el barrio San José.
“Cuando era niña, mi madrina, que estaba bien económicamente, me había regalado dos muñecas muy grandes. A una la vestí como varón y a la otra de mujer, así me di cuenta que me gustaba diseñar, imaginaba una ropa o vestido y ya empezaba a hacer. Mi papá me compraba las telas y me ingeniaba con eso”, contó la guapa abuelita.
Comentó que hasta los 87 años trabajó activamente, pero a consecuencia de un problema en su vista tuvo que parar un poco. Necesita consultar con un especialista para poder usar un anteojo adecuado que la ayude en su visión. “Ahora necesito consultar con un especialista para usar lente, pero no me alcanza para eso, ojalá alguien me pueda ayudar”, he’i la dulce abuela.
“A la edad de los 11 años comencé a trabajar”
“A la edad de los 11 años comencé a trabajar activamente como modista. Fabricaba cortinas, sábanas, polleras, pantalones, trajes, camisas, sombrero, camisones, de todo. Y cada sábado me iba para vender en la zona céntrica de la ciudad”, recordó.
Doña Nena conserva en buen estado una de sus últimas máquinas de coser, que tiene más de 30 años y está ubicada en la sala de su humilde vivienda. “Esta es mi última máquina de coser, tiene 30 años aproximadamente, funciona perfectamente”, dijo. “En total tuve cuatro máquinas de coser durante todo el tiempo que trabajé como modista”, explicó.
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