La familia Sosa vive en una sencilla casa del barrio Virgen del Rosario de Loma Pytã, desde hace 21 años. Los nuevos habitantes de esa época pensaban que sería un hogar deshabitado al que iban, pero -al parecer- la casa nunca estuvo vacía, ya que siempre se dieron movimientos y apariciones de personas que nunca conocieron y que siempre estuvieron en ese lugar.

Gustavo Sosa es el dueño de la casa y vive con su esposa e hijos, además de esas personas que siempre se encargaron de romper el silencio en el hogar. “Nosotros estamos acostumbrados a ellos, ya no nos asustan. Son criaturas que se ríen entre ellos, juegan, cantan y bailan cuando hay silencio”, contó Gustavo con la convicción de haberlos vistos siempre.

El padre de Gustavo, don Rufino Sosa, dijo que  no son violentos ni agresivos. “Son niños que de repente salen a correr y murmullan entre ellos. Mientras estamos nosotros no molestan, pero cuando vienen personas extrañas sí hacen algunos movimientos, parecen inquietos”, contó con total tranquilidad.

Según cuentan, en la zona hubo muertes en la época de la Revolución del 47 y podría influir en las manifestaciones de la casa.

Hasta crucifijos enterrados hay

Esta casa está llena de misterios y en el predio se encontraron varios objetos a lo largo de los años, entre ellos un crucifijo de antaño que la familia tiene como reliquia en la sala, considerado como amuleto para protegerlos.

Gustavo contó que encontraron una granada el viernes pasado. “Tuvimos suerte porque estábamos cavando para el cimiento de la muralla y vimos la granada. Mi tío es el que vio y enseguida sacamos con cuidado. Al día siguiente vinieron los militares para llevar a la Dimabel”, contó Gustavo.