El panorama a lo lejos se presenta poco menos que apocalíptico. Sequía y muerte por doquier. Sin embargo, en la zona específica donde se estaría produciendo semejante escena tétrica la realidad es un tanto distinta, a unos 200 kilómetros de General Díaz -en pleno Chaco paraguayo-, donde está la reserva natural “Toro Mocho”.

Si bien es cierto que el río Pilcomayo en muchas partes está seco y la tierra agrietada es fiel testimonio de una realidad preocupante, a pocos kilómetros de distancia es fácil observar cómo la naturaleza se las ingenia para preservar vivas a distintas especies, dando un panorama alentador.

Nora Neris, bióloga, aseguró ante tal situación que “los yacarés están en buen estado. Ellos están acostumbrados a este tipo de ambiente, no deben de ser molestados porque ellos son los que más aguantan por su naturaleza”. Sobre aquellos animales que aparecen muertos, dijo que “se trata de aquellos que son más viejos o que estaban enfermos y que no llegaron al agua”.

Los bichos más comprometidos son los mborevi y los carpinchos, así como algunos osos hormigueros. Sin embargo, se tiene fe que aguantarán perfectamente hasta el mes de noviembre, que es cuando llega la época de lluvia a la zona y todo vuelve a su cauce normal. De hecho, hasta “pastan” con algunos vacunos de la zona resguardados con reservas artificiales.

Por ahora, sí

La situación es “llevadera” gracias a la formación de los conocidos “tanques australianos”, unas estructuras similares a unos piletones en los que se carga agua hasta una determinada altura, para luego utilizarla gracias a un sistema de cañerías que permite su distribución.

Con esto, ellos calculan que podrán llegar sin problemas a aguantar hasta que llegue el momento en que el agua del cielo le “dé una mano” a la del río Pilcomayo para que la zona reviva a pleno nuevamente.

Sobrevuelo y control

Si bien es cierto que la principal causa por la que se produce sequía en gran parte del suelo del Pilcomayo tiene que ver con la falta de prevención y la nula acción por parte de quienes tenían a su cargo trabajar sobre el tema, también hay otros condicionantes que terminaron perjudicando esta situación.

Una de ellas es la elaboración de pequeñas represas por parte de algunos lugareños, lo que hizo que el cauce normal se vea afectado y ante la bajada de corriente automáticamente se “dividió” el terreno, quedando de un lado el lecho al descubierto y en el otro una verdadera laguna llena de naturaleza viva.

Para controlar estas construcciones, el propio ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, tiene previsto en la mañana de hoy realizar un vuelo en helicóptero por la zona en cuestión, de unos 150 kilómetros de longitud aproximadamente, por sobre donde “serpentea” el Pilcomayo.

La idea es recabar datos para obligar a todas aquellas personas que tengan construidas estructuras que afectan el cauce a que destruyan las mismas para permitir el normal flujo de agua.

Basura

Otro de los aspectos que hacen a la obstrucción del recorrido natural del río es la gran cantidad de basura que se queda en el lugar, taponando el cauce del agua y produciendo el resquebrajamiento del lecho ante la falta de humedad. Básicamente se trata de árboles caídos, ramas, lodo y todo aquel sedimento propio del Pilcomayo, que se viene arrastrando desde río arriba.

No hay humanos en sitú peligrosa

Los estancieros de la zona cuentan con las comodidades necesarias para poder sobrevivir sin problemas, algo más que obvio, atendiendo a que están preparados para el efecto.

En cuanto a las personas que habitan lugares cercanos, la comunidad más próxima está situada a unos 100 kilómetros, conformada por los nativos que se hallan en un lugar que se denomina Cacique Sapo.

Los mismos poseen un sistema especial a partir de pozos artesianos que les dan la chance de beber agua potable, según confirmaron los integrantes de la Secretaría del Ambiente (Seam) que fueron los que junto con su equipo de biólogos y algunas autoridades, como el gobernador de Boquerón, Edwin Pauls Friesen, encabezaron esta comitiva que recorrió a lo largo de unos 150 kilómetros el lecho del río Pilcomayo en la parte donde más pegó la sequía.