• INCREÍBLE. Hace máscaras con el “timbó rapo” sacando a relucir su talento de artesano

Enviados especiales: Belén Vázquez, Osvaldo Escobar, Alberto Valdez

TOBATÍ. Bajo un enorme árbol de mango se encuentra ubicado el taller de Néstor Portillo (58), un lugar rodeado de arena color pastel, plantas de todos los tonos y con ritmo marcado por el cantar de los pájaros, un sonido perfecto que deleita sus oídos diariamente a la hora de trabajar.

Descalzo, colocándose su lente y eligiendo el cuchillo más filoso para empezar a trabajar, da vida a esa rutina diaria que hace salir “magia” de sus manos para darle forma al timbó rapo (raíz de timbó) que es convertida en máscaras, una estatuilla o lo que sea posible formar de este delicado material.

“Hago lo que sea con el timbó, pero más hago las máscaras, es algo que hago desde que era muy joven”, decía Néstor.

Mientras dibujaba con un lápiz las figuras que luego serán moldeadas con su filoso cuchillo, contó que lleva trabajando en esta bella labor más de 24 años, luego de haber dejado de lado el trabajo del kokue y la olería.

“Cerca de los años 90 empecé a trabajar en la artesanía, luego de esa gran inundación que vino. Mi familia es de artesanos luego y fue mi abuelo Vidal Esquivel quien me enseñó todo. Él me hizo amar esto”, decía don Néstor en guaraní.

El artesano contó que con esta bella obra saca para el sustento diario de su familia y resaltó que es padre de 8 hijos, de los cuales dos están aprendiendo a amar el arte de darle vida a un trozo de naturaleza.

Tradición de un pueblo que no olvida a sus antepasados

Don Néstor contó que cuando trabajaba con su abuelo las máscaras que hacían siempre eran utilizadas en la fiesta patronal del 6 de enero en honor al Santo Rey, quien es el patrono de la compañía. Resaltó que luego la tradición quedó en sus manos y cada año en el primer mes del calendario los promeseros usan las máscaras para bailarle al santo.

“Cuando uno usa la máscara, pierde la timidez y por eso es que los promeseros bailan así”, terminó diciendo el karai.

¡Purete! Sus obras ya fueron más allá de nuestras fronteras

El artesano contó que cada año un gran grupo de estudiantes yanquis vienen hasta su casa para aprender el trabajo de moldear las marcaras en un pedazo de raíz. “Todos los años vienen, nos visitan al pueblo y vienen a aprender conmigo. Enseguida aprenden lo que le mostrás, son muy inteligentes. Encima vienen a dar asistencia médica a los compueblanos. Gracias a ellos también mi hijo se recibió de arquitecto porque le consiguió una beca” he’i Néstor, cortando con el cuchillo parte de lo que sería el ojo de la máscara.

SIEMPRE

Don Néstor toda su vida vivió en la compañía El Rosado, ubicada a escasos kilómetros del centro de la ciudad de Tobatí

24 AÑOS

Es un tiempo estimado de lo que lleva trabajando don Néstor haciendo sus obras