La muerte es una realidad igual para todos. Unos creen en una cosa, otros creen en otra o simplemente no creen en nada. Pero todos coinciden en llorar y despedir al ser querido.

En ese menester hay personas que desde el anonimato preparan a ese ser que partió al más allá, para que el “encuentro” con sus familiares sea lo menos traumático posible.

¿Qué hacen? Se dedican a “tunear” a los muertos; es decir, maquillarles y dejarles impecable para el velorio. Para muchos, este oficio pasa desapercibido. Para otros es fuera de lo común e incluso algunos lo consideran desagradable.

Sin embargo, para los que realizan esta profesión –al contrario de lo que muchos puedan pensar– significa un respeto total por el otro, un trato de cariño a la persona que partió a la eternidad.

“Cada uno nacemos para algo en esta vida. Y esto es lo mío, me apasiona. Es como darles cariño”, dijo don Florentín Fleitas, quien hace más de 30 años trabaja en una funeraria.

–¿Qué sentiste la primera vez que maquillaste a un cadáver?

–Yo me crié prácticamente con este oficio. Comencé a trabajar junto con mi hermano en Concepción. Es por eso que para mí es normal, aunque muy apasionante. Lo hacemos con pasión, amando nuestro trabajo. Trabajamos para dejar el cuerpo lo más natural posible, con el mayor aspecto a vivo, como si solo estuviesen durmiendo. Es mejor para las familias porque se van con una última imagen más parecida a como era en vida el fallecido.

–¿Cuáles son los pasos que siguen?

–En nuestra funeraria contamos con una morgue. Allí tenemos una pileta especial, le bañamos y le hacemos la formolización. Posteriormente, lo colocamos en la camilla y comenzamos a maquillarle, luego le vestimos. Colocamos una mordaza encima de la ropa, lo acomodamos en el cajón y lo llevamos al sitio donde se le va a velar.

“Hay personas que no quieren tocar a su pariente muerto”

–¿Cuánto tiempo se tarda para realizar este procedimiento?

–Depende mucho. Pero por lo general en unas dos horas, a veces menos.

–¿Cómo aguantan el olor?

–Usamos mascarillas. Ya es una costumbre todo.

–No cualquiera realizaría esta labor…

–Cualquier persona no te va a hacer. Hay personas que incluso no quieren tocar a su pariente muerto y nos dicen a nosotros para hacerlo.

–¿Qué fue lo más extraño que te pidió algún familiar de un difunto?

–En cuanto al maquillaje, nada fuera de lo común. Eso sí, lo que me pasó una vez fue cuando atendimos a familiares de un difunto que era mormón. Me pidieron que sea vestido totalmente de blanco. Me explicaron que tiene que ir vestido así para llegar al cielo. Y todos los miembros de la iglesia que participaban en el velorio le colocaban una esquela en el bolsillo del pantalón del difunto. Me dijeron que así le mandan un mensaje a Dios a través de la persona fallecida.

Satisfacción por el trabajo

Don Florentín es el encargado de la funeraria “Fleitas”, ubicada en San Lorenzo. Explica que la satisfacción de saber que puede colaborar para que el recuerdo de ese ser querido sea lo más agradable posible para sus familiares y que la última imagen no resulte algo traumático, hace que sienta un enorme placer por el trabajo que realiza.

“Muchas veces nuestra labor pasa desapercibida o no es muy frecuente escuchar de ella y está bien”, agregó.

“La idea es que ese ser querido que falleció sea visto de la mejor manera por última vez por sus familiares. Que estéticamente esté impecable”, dijo.

“Les pintamos, vestimos, etc. En caso de los hombres les afeitamos completo y a las mujeres hasta les pintamos las uñas, hay que dejarlas como a una quinceañera. Cuando vemos el cambio sentimos satisfacción”, agregó.