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BURRERAS VS MOTOS. “No voy a reemplazar mi burro porque es parte de mi familia”

BURRERAS VS MOTOS. “No voy a reemplazar mi burro porque es parte de mi familia”

Conversa, sonríe y es pícara como una jovencita. Su mirada esconde historias más que interesantes. Doña Rafaela (65) tiene el paso lento a consecuencia de las hinchazones en los pies y por un problema que tiene en la columna vertebral.

Pero eso no la detiene para caminar kilómetros y kilómetros para ofrecer las menudencias –casa por casa– en la zona de Itauguá. No lo hace sola. Le acompaña un fiel compañero: su burro. “La gente cuando me ve se sorprende porque me pregunta ‘¿existen pio todavía las burreritas?’. Por lo visto que quedamos poquísimas”, contó a Crónica.

La doña llega casa por casa para ofrecer las menudencias.

 

Ña Rafaela creció viendo cómo su mamá, ña Modesta (93), realizaba esta noble labor. Era tan solo una adolescente cuando sintió un día, imprevistamente, que su fortaleza y sus ganas de ayudar a su mamá aumentaron.

Fue como una corriente eléctrica que se “paseó” por su cuerpo y le causó un cortocircuito en su estado de ánimo.

“A los 15 años comencé con esta labor al lado de mi mamá. Ella me enseñó y me sigue enseñando todo”, dijo.

A la consulta del porqué cree que son pocas las burreritas que quedan en el país, ña Rafaela no dudó ni un poquitito. “Los motocarros matan nuestra noble labor. Opaca el trabajo de las burreritas.

Desde que hay, muchos dejaron de hacer este trabajo y por eso seguramente ya quedamos pocas”, comentó.

“Yo rechacé motocarros por dos motivos, uno porque no voy a reemplazar a mi burro, porque él es parte de mi familia, y dos porque le tengo miedo a ese vehículo”, agregó.

“Yo le tengo bien a mi fiel compañero, mi burro. No le esfuerzo mucho, le tengo como a un hijo”, finalizó.

 

Que la tradición no termine”

“Yo solo pido que esta tradición de burrerita no termine. Yo voy a ser hasta el último día de mi vida. Amo lo que hago. Nos cuesta competir con los motocarros, porque donde yo llego en media hora, ellos llegan en 10 minutos. Pero qué le vamos a hacer, hay que trabajar y ganarnos el pan de cada día dignamente”, dijo ña Rafaela.

Con esta labor, la kuñakarai crió y sacó adelante a 10 hijos (2 ya fallecieron). “Tengo muy poco, soy humilde, pero lo poco que tengo me lo dio esta profesión, porque para mí es una profesión.

Pude dar de comer a mis hijos, que hoy en día me ayudan mucho”, agregó.

Los motocarros ndaje opacan a las burreritas.

 

Tiene toda su clientela y sigue en la lucha he’i

Ña Rafaela llega casa por casa junto con su burro para ofrecer su producto. Comentó que las ventas no son como antes, sino que disminuyeron mucho.

“Como te digo, muchos se adelantan a lo mejor en sus motocarros umía. La venta no es mucha en este tiempo. Pero gracias a Dios yo tengo mi clientela y sigo en la lucha”, comentó.

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