• Muchos aseguran que es puro blablabla para corromper las creencias cristianas, otros dicen que se trata de un documento real que dio inicio al Priorato de Sión.

La pasión y muerte de Cristo constituyen el punto central de la fe cristiana desde los primeros tiempos de la Iglesia. Pero, ¿y si en vez de morir en la cruz se hubiera casado y tenido hijos? ¿Y si los descendientes de sus descendientes vivieran en la actualidad?

El descubrimiento de lo que sería un evangelio secreto en el sudoeste de Francia, hizo que la historia tome un nuevo curso, que “dividió las aguas” poniendo de un lado a quienes aseguran que lo que se escribió al respecto no pasa de ser una feroz bolaterapia y en la otra vereda a quienes aseguran que sus letras contienen un gran enigma por fin revelado.

Un libro publicado en 1982 llamado “La santa sangre y el Santo Grial”, que en teoría se basó en este documento encontrado en Francia siglos después de haber sido escrito, habla de una descendencia que tuvo el hijo de Dios con María Magdalena, una de sus más fervientes seguidoras, pero nunca reconocida como tal en las escrituras por ser mujer.

Aseguran que sus descendientes se emparentaron con otros reyes y gobernantes de la antigüedad, y que existen todavía descendientes directos que aguardan un llamado para asumir un papel decisivo en la política europea y, posiblemente, en la mundial.

El hijo del hijo

Los autores señalan que, hacia el final de ese Evangelio, hay otro pasaje relevante que, para quienes estén dispuestos a aceptarlo como prueba, resuelve la cuestión: “Está el Hijo del hombre y está el hijo del Hijo del hombre. El Señor es el Hijo del hombre y el hijo del Hijo del hombre es el que es creado por medio del Hijo del hombre”.

El Priorato de Sión

El Priorato de Sión lo fundó en Jerusalén un rey francés llamado Godofredo de Bouillon, en el año 1099, inmediatamente después de haber conquistado la ciudad.

Ese rey tenía en su poder un importante secreto, un secreto que había estado en conocimiento de su familia desde los tiempos de Jesús. Por eso, fundó esta hermandad secreta a la que encargó la misión de velar por él transmitiéndolo de generación en generación.

Durante sus años en Jerusalén, el Priorato tuvo conocimiento de una serie de documentos enterrados debajo de las ruinas del templo de Herodes, construido a su vez sobre otras más antiguas, las del templo del rey Salomón.

Según creían, esos documentos confirmaban el secreto de Godofredo y eran de una naturaleza tan explosiva que la Iglesia no pararía hasta hacerse con ellos. El Priorato juró que, por más tiempo que les llevara, debían recuperar aquellos papeles y protegerlos para siempre, logrando así que la verdad no se perdiera. Supuestamente, durante siglos, el Santo Grial, cajas que contenían documentos antiguos y unos restos humanos, fue el mayor secreto del Priorato y de su paradero nunca se dejaba constancia escrita.

La hermandad debe proteger los documentos del “Sangreal”, hacer lo mismo con la tumba de María Magdalena y, por supuesto, debe nutrir y proteger el linaje de Jesús, es decir a los pocos miembros de la dinastía “merovingia” que han sobrevivido hasta nuestra época, y que de esa manera aceptarían la versión de que Jesús sí tuvo hijos.

Las bodas de Caná

¿Se casó Jesucristo? Según Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, autores de “La santa sangre y el Santo Grial”, los propios Evangelios lo sugieren.

Citan, en particular, el primer milagro importante de Jesús, la transformación de agua en vino en las bodas de Caná (Juan 2:1-13).

Según la conocida historia, Jesús y su madre María fueron invitados a una boda campesina. Por razones que el Evangelio no explica, María pidió a Jesús que repusiera el vino, cosa que normalmente hubiese correspondido al dueño de casa o a la familia del novio. ¿Por qué iba a hacerlo, a menos que, en realidad, se tratara de su propia boda?

Si la suposición es correcta, hay que preguntarse: entonces, ¿quién fue la esposa de Cristo? Nuevamente, los autores tienen una respuesta.

En los Evangelios apócrifos, que fueron suprimidos a principios de la historia de la Iglesia, se encuentran algunas confirmaciones de esta teoría. En el Evangelio de María, por ejemplo, Pedro habla a María Magdalena con estas palabras: “Hermana, sabemos que el Salvador te amaba más que al resto de las mujeres. Dinos las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces pero nosotros no”.

El Evangelio de Felipe es aún más enfático: “Y la compañera del Salvador es María Magdalena. Pero Cristo la amaba más que a todos los discípulos y solía besarla con frecuencia en la boca. Los demás discípulos se ofendieron por esto y expresaron su desaprobación. Le dijeron ‘¿Por qué la amas más que a todos nosotros?’ El Salvador respondió diciéndoles ‘¿Por qué no os amo como a ella?’”