• ETERNO. El verdadero amor es el que mantiene a esta pareja unida y se manejan como un matrimonio yma, en que él tiene la última palabra

Karen Quintana Ruiz. Especial

PILAR. La expresión de alegría y el gesto de complicidad que solo se da entre dos almas enamoradas fueron captados en una imagen fotográfica que recorrió el mundo. Los protagonistas de este retrato que contagió ternura a las miles de personas son don José Anacleto Escobar, excombatiente de la guerra del Chaco de 101 años de edad y su compañera de vida Cayetana Román, hoy con 94, casados desde hace 78 años.

El amor es felicidad y compartir una sonrisa con la pareja es la mejor muestra de ello, la instantánea que se convirtió en viral por representar una tierna escena, tomada el 5 de enero del 2015, día del cumpleaños número 100 del emocionado abuelo, cuando la Gobernación del departamento de Ñeembucú les dio la sorpresa de sus vidas, al entregarles una casa con las comodidades que ellos no se imaginaban poder tener.

Doña Cayetana relata que diariamente durante prácticamente toda su vida, al levantarse reza frente a su altar a San Cayetano, a la Virgen del Pilar y a San Antonio, por sus cinco hijos, por la salud de ella y su amado héroe. Luego de cumplir su ritual de fe prepara el fuego a carbón para tomar su vicio, un rico mate con mucho pohã ñana con su amado Anacleto. “Che páva guive aitykua la ka’ay ha oñondivemi rokay’u siempre” (desde ni pava sirvo el mate y juntos lo tomamos siempre), contó la abnegada esposa.

A pesar de su edad, es quien lleva los pantalones en la casa

A pesar de su edad y las dificultades para hablar y escuchar, don Anacleto es el que toma todas las decisiones en la casa, su señora le consulta hasta qué cocinar en el día, se mantienen gracias al sueldo de excombatiente del abuelo y él es muy buen administrador, “él es mi marido y le tengo que respetar” cuenta la abuela Cayetana, con un brillo en los ojos de esos que miran con amor.

La pareja vive sola en su nueva casa, que le fue construida por autoridades del departamento, se le hizo una ampliación a la antigua vivienda, ya que don Anacleto no quiso ni por Cristo que su vieja casita fuera derribada.

Novilleaban kañyhápe, él no era aceptado por la suegra

Ella con un rostro risueño cuenta que su amado le llevaba serenatas en su pueblo Tacuara’i, cuando apenas tenía 15 años, el churro soldado que regresó de la guerra conquistó a la doncella con sus piropos e iniciaron su relación a escondidas de su madre -mamá ndaipóri aja ha’e chemongeta, ombopu porã la acordeón (cuando no estaba mamá él me habló y me conquistó, tocaba muy bien el acordeón), a partir de aquel entonces muchas cosas han pasado juntos.

De ocho hijos que tuvieron, tres habían muerto en la infancia. Hoy en día, pasan los días juntos bajo un techo seguro en la ciudad de Pilar, ella cose tiras de tela para su sabana, él la observa concentrado en sus movimientos mascando hojas de tabaco, como agradeciendo que su amada esté a su lado, añorando los tiempos de la juventud.