Por Edson Vázquez – @edsontendota

Tras algunos disparos de un duelo de galanes, Gregorio cayó abatido y su sangre corría cerro abajo como un arroyo, contaminado por la traición y por los celos. El sapucai que dio su amada se escuchó hasta en los pies del cerro. Ella corrió, y según algunos, se mandó mudar a Coronel Oviedo. Su contrincante, también herido, y el cómplice de este, huyeron hacia la cima.

Gregorio era un hombre común y corriente, según cuentan los pobladores de Sapucai, ciudad lindante con Paraguarí. Quizá amante de la bebida, quizá buen cristiano, quizá un hombre trabajador, tenía por compañera a una mujer cuyo nombre se lo llevó el olvido. Una mañana, ambos iban de la mano bajando el cerro Rokê.

Esa mañana Gregorio tuvo un mal presentimiento, por lo que decidió salir con su revólver. El hombre no sabía que su amada tenía una historia amorosa con otro hombre. No hay información de quién había llegado primero al corazón de la muchacha.

En mitad del camino, el rival aparece. El asaltante amoroso tenía un cómplice. El duelo llamó a la muerte y el comisario del pueblo llegó solo para encontrar a Gregorio sin vida. El relato folclórico cuenta que el asesino llegó a su casa, se recostó en su lecho, herido por las balas y partió al más allá, talvez, junto a Gregorio.

Algún día, vaya uno a saber por qué, alguien le rezó a Gregorio. La tradición cuenta que el deseo se hizo realidad, y así, un “santo popular”, marcado por un amor traicionero, nació.

A las 10:00 horas

El jejapi habría ocurrido cerca de las 10 de la mañana, hace 80 años.

Kurusu Gregorio: su nicho es fuente de deseos y milagros

Los lugareños levantaron en el lugar el “Kurusu Gregorio”, supuestamente hacedor de milagros. “Eran las diez de la mañana cuando se escuchó el tiroteo. Estábamos en la comisaría a esa hora, mi papá era policía”, omombe’u doña María Gill Barrios de Duarte, de 95 años.

“Siempre que paso por ahí le pongo un paño, o le prendo vela y le rezo. Es milagroso. Conmigo siempre lo fue”, he’i doña Modesta, lugareña. “La leyenda dice que si uno tira una piedrita en el montículo de rocas que está al lado del nicho, y esta se queda, se te cumple un deseo. La gente le tiene una veneración muy fuerte”, contó David Martínez, promotor cultural de la ciudad.