Hace más de tres décadas, buscando un futuro mejor para ella y su familia, Edita Ocampo (62), en aquel entonces con 28 años, dejó la compañía Capitán Leguizamón, de San Pedro del Paraná, departamento de Itapúa, para ir a buscar una salida económica a su realidad. Preparó los bolsones cargados de esperanzas y rumbeó a la ciudad de Buenos Aires.
“Me llevó un cuñado que ya trabajaba por ahí y me fui a quedar en la casa de mi hermana. Luego de hacer varias visitas a mis parientes encontré mi primer trabajo y ya empecé. Cuando llegué no sabía ni dónde estaba parada”, decía “Eda”.
La vida para ella no fue fácil, ya que el techaga’u que sentía por su familia era grande, pero sabía que debía trabajar para poder salir adelante. El tiempo pasó, y la añoranza se hizo más fuerte. Volvió a su “cuna”, pero solo para tomar impulso, porque poco tiempo después volvió a salir para trabajar.
“Volví a mi casa y de ahí fui para Asunción, trabajé un tiempo, pero otra vez volví a la Argentina, donde ya me quedé. Siendo madre de 4 hijos debía ver de darles un futuro. Así empecé a hacer pan casero al estilo paraguayo, amasando a mano y cocinándolo en el tatakua” recordó.
“Yo estando embarazada de mi última hija y salía a vender caminando en un canasto. Un día me recomendaron que vaya hasta la estación del tren de Pilar y me coloque ahí. Allá no conocían este preparado. Y ¡les encantó! Mi pan empezó a irse como agua. Les conquisté con esto jajaja… Y era la realidad que había que afrontar. Acá hay que trabajar porque nadie te regala”, terminó diciendo Edita.
33 AÑOS
Lleva viviendo en la ciudad de Pilar de la provincia de Buenos Aires.
DOS TRABAJOS
Los lunes, miércoles y jueves, encima de una bici, llega a la estación para vender su pan y los martes y viernes va a trabajar en una casa de familia como empleada.
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