Una de las personas que vivió con la emoción a flor de piel todo el acto de beatificación de Chiquitunga, fue su hermana, Mireya Guggiari, quien no cabía en sí de la felicidad de ver concretado el largo sueño. “No puedo hablar porque estoy muy emocionada”, dijo doña Mireya, una vez concluida la ceremonia del sábado.
“No puedo hablar porque estoy muy emocionada. Es lo más grande del mundo que nos pudo haber pasado”, manifestó a La Nación digital. “El recuerdo más hermoso es que siempre fue una santa. Ayudaba a todas las personas, a la juventud también”, agregó.
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