• Trabaja como albañil en una obra en San Lorenzo y es muy admirada por sus compañeros

En medio de una obra en la que trabajan varios hombres albañiles, el ruido producido por el taladro y las mezclas de cemento se “desempolva” una historia, la de Eliza Riquelme (28), una joven obrera que encontró su lugar en la construcción.

Sus manos sucias, la gota de sudor que recorre sus mejillas al momento de trasladar los ladrillos o de llevar los baldes llenos de mezclas de aquí para allá, solo refleja el esfuerzo y el sacrificio que le mete a su trabajo como albañil.

“Tengo que sacrificarme por mi familia” dijo mientras recargaba fuerzas con sorbo de tereré en medio de una mañana calurosa en una obra en Fernando de la Mora. Eliza le pone pecho al trabajo, toma un suspiro y cuenta cómo nació su historia en esta “faceta” dominada –según muchos– por hombres. A las 4 de la mañana ya está al pie del cañón. Se levanta, se asea, desayuna y parte rumbo a la obra.

“A los 13 años por ahí aprendí todo esto porque mi papá era constructor y siempre me gustó. Cuando volví al país fue lo único que encontré para trabajar y como tengo un poco de conocimiento, entonces empecé”, dijo.

Comentó que las miradas de admiración de sus compañeros y la gente que la ve trabajar en un rubro “de los arrieros”, son bastante evidentes y la hacen trabajar con mucho más entusiasmo.

“Recibo muchas felicitaciones y palabras de aliento todos los días. Muchos se sorprenden cuando me ven haciendo esto y me preguntan cómo me animo, y yo les respondo que es lo que me gusta hacer y cuando a uno le gusta es un placer”, siguió.

Pensar en el futuro de sus hijos es lo que le da la fuerza para alzar los baldes llenos de escombros. “Ningún sacrificio es grande cuando se hace por los hijos, más aún cuando estás haciendo lo que te gusta”, aseguró.

Comentó finalmente que tiene intenciones de capacitarse y aprender más, ya que aseguró que “hacer un edificio es diferente a construir una casita” y es lo que ella está haciendo ahora con sus compas sobre la calle Leopardi de San Lorenzo.

Elizabeth volvió al país hace un año tras huir de una situación de violencia doméstica al que era sometida por su expareja, un argentino y padre de sus tres hijos. En principio, cuando era soltera, ella limpiaba casas para poder sostenerse allá. Pero cuando se casó todo cambió poco a poco, los celos de su marido eran tan grandes que hasta le prohibió trabajar.

“Un día en Argentina escuché por radio a una mujer hablando de la violencia de género. Su mensaje me llamó tanto la atención que me animó a dejarlo todo y volver al país”, relató.

Salir de su expareja también fue muy difícil. “Tuve muchos problemas para venir con mis hijos, pero lo logré”, finalizó.

ADMIRADORES

Elizabeth no se salva de los admiradores, pero ahora mismo está concentrada solo en sus hijos.

APRENDIZ

Con ella los sábados suele ir su sobrina a la obra para aprender del trabajo ya que también le gusta.