- HISTORIADORA AUTODIDACTA. Enseña sus conocimientos a todos en el hogar “Nuestra Señora de Asunción”
- ALMA DE DOCENTE. Doña Francisca Steward llegó a un siglo de vida. “En el camino aprendí mucho y qué mejor que dejar ese legado a los jóvenes”, he’i.
Habla pausado y lento, pero con una claridad y firmeza que sorprende a muchos. Hace unos días, doña Francisca Steward cumplió 100 años de vida y lo festejó a lado de gente que realmente le aprecia en el Hogar de Ancianos “Nuestra Señora de la Asunción”, de la capital del país, donde se encuentra hace un poco más de 10 años.
“Soy la única sobreviviente de mi familia, ya no me queda ningún familiar. Tengo amigos, eso sí”, explicó. La buena salud, defender sus ideales y ser correcta por sobre todo, son las principales características de la mujer más longeva del hogar de ancianos. “La edad es solo un número, sobre todo cuando se trata de dar rienda suelta a la enseñanza”, dijo. Y es que doña Francisca es considerada por todos en el hogar como una “luz” del aprendizaje. Sabe mucho de historia.
Los pocos que la visitan saben que hablar con ella de la historia del Paraguay es realmente fascinante. “Leí centenares de libros de historias, ya ni sé cuántos, eso me hizo autodidacta. En el camino aprendí mucho y qué mejor que dejar ese legado a los jóvenes de hoy”, dijo.
“Mi hermano fue a la Guerra del Chaco y mi papá lo acompañó. Ambos volvieron sanos. De ellos aprendí mucho de lo que sucedió ahí y también de los libros, hay muchos que son interesantes. En la escuela también nos enseñaban el amor a la Patria y así nació en mí esas ganas de aprender más y más. El ciudadano que no sabe la historia y los límites de su país no merece ser llamado ciudadano”, dijo. “La mente es el símbolo del cerebro. Hay que saber utilizarla, darle vida. Hay que tener la mente clara y la voluntad firme”, dijo.
“No me casé porque quise ser libre”, dijo
Doña Francisca comentó además que nunca se casó ni tuvo hijos por un motivo: “Porque amo la libertad. Nunca tuve una pareja a quien permanentemente obedecer. No quise vivir esclavizada ni esclavizar al otro. Y no me arrepiento de eso”, contó convincentemente.
Además, uno de los sueños que doña Francisca siempre tuvo fue ser una gran abogada, pero por esas cosas de la vida no lo pudo concretar. “Lastimosamente, hubiese sido una gran abogada. Pero como tuve que trabajar, no se dio. Trabajé en el Registro Civil de la propiedad, también en una escribanía, aprendí mucho en esos lugares también”, dijo.
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