El joven contó los duros momentos que pasó para superar el cáncer, incluso tuvo un trasplante de médula ósea, pero lo superó y trabaja en las alturas. “Me dijeron que me siente a esperar nomás mi muerte”.

Desde muy joven Álvaro Vázquez (37) conoció lo que era el sacrificio, trabajando en una azucarera desde los 15 años en su natal Villarrica. Con el correr de los años fue ascendiendo y tenía la vida que siempre soñó.

Un día empezó a sentir un pequeño bulto bajo los brazos, pero “no le hice caso y no quería ir a consultar por una macanada, como creí que era”, empezó contando. Luego, con el correr de los días, empezó a sentir molestias y el pequeño bulto empezó a crecer. Cuando fue a consultar, el diagnóstico cambió su vida, le dieron el peor resultado que una persona podría recibir, le dijeron que tenía cáncer. “Un linfoma de Hockin, muy agresivo. Todo mi mundo se derrumbó en ese momento”, recordó.

“En mi país me dijeron que no había nada que hacer por mí, que me sentara a esperar nomás el día de mi muerte. Tuve que viajar a la Argentina a seguir mi tratamiento, fueron dos años de quimioterapia y radioterapia de los más agresivos, había días que solo le pedía a Dios que se terminara tanto sufrimiento y que me llevara, pero parecía que ahí Él me daba fuerzas y me volvía a levantar”, expresó.

Álvaro es muy creyente y dijo que su Biblia era su única compañía en los duros momentos que soportó. “Estuve 4 meses internado en el hospital, solo, sin poder ver a ningún familiar. Desde mi cama lo único que veía por la ventana eran pacientes que no resistieron y salían en bolsas negras, no sabía si el siguiente sería yo. Mi Biblia era mi única compañía, mi fe en Dios me sostenía, también recibía la visita de unos psicólogos que más o menos lo que hacían era prepararte para tu muerte”, contó.

El joven pudo vencer al cáncer, sigue viviendo en Argentina donde pinta y cambia vidrios en edificios de gran altura. “En el hospital San Martín de La Plata seguí mi tratamiento, todo fue gratis gracias a Dios, cuando fui recuperándome me realizaron un trasplante de médula ósea y gracias a eso hoy estoy curado, después de casi dos años volví a mi ciudad y mis excompañeros y amigos me vieron con asombro, pensaron que yo había muerto hace rato me dijeron”, he’i.

“Cuando yo estaba con mi tratamiento mi padre falleció de cáncer del pulmón, lo único que yo quería en ese momento era que él me llevara, se me juntaron todos los problemas en ese entonces, también me había separado, prácticamente solo afronté todo”.

En estos momentos Álvaro trabaja en la Argentina haciendo trabajos que pocos se animan a hacer, pero a pesar de que le va muy bien allá y está muy agradecido con ese país, sueña con volver a su pueblo. “Tengo una buena vida acá, al principio tenía mucho miedo en el trabajo en el cual estoy, hago lo que a nadie le gusta hacer, pinto y cambio vidrios de los edificios de gran altura, es muy peligroso pero ahora ya me gusta mucho lo que hago”, dijo.

“Cuando cambiamos los vidrios allá arriba, toda una manzana se cierra, abajo están los bomberos, siempre bromeamos con los compañeros diciendo que los bomberos están abajo esperándonos con una bolsa negra y una escoba con palita. No veo la hora de volver a mi país para quedarme allá, extraño mucho, también quiero ir a visitar a la Virgen de Caacupé, ya que le debo mucho a ella por cuidarme siempre”, expresó.