ESTILO DE VIDA. Una pareja decidió dejar todo para vivir en el mar. Junto a su hijo de tres años, un bebé en camino y un caniche pasan sus días, sin apuros, en un velero. Allí se sienten seguros, lejos del coronavirus
Nuestro mundo cabe en el barco”, dice Constanza Coll, quien junto a su marido Juan Dordal renunciaron a sus trabajos y a una vida cómoda que tenían en Buenos Aires para embarcarse a la aventura de vivir en el mar, en un velero. “Acá estamos desde que empezó la cuarentena, y acá nos quedamos.
Desembarcamos solo si es muy importante, como estudios de la bebé o para abastecer las alacenas. Y no está nada mal.
Los juegos con Ulises (su hijo) y “Lula” (su caniche), la compañía de Juan, la panza y todo lo que promete. El mar alrededor”, dice ella. Llevan unos 20 meses navegando por la costa de Brasil en un velero amarillo, barco que cambiaron hace poco por otro. Ahora se encuentran en Ilha Grande, estado de Río de Janeiro, a escasas semanas de que nazca su segunda hija. Estaban en Bahía, pero se acercaron a la ciudad carioca, después de planificar el parto.
“Todo lo que importa cabe en un barco. Ulises, nosotros dos, el viaje hasta acá y todo lo que está por venir, ilusiones (muchas), aventura, ‘Lula’ que se embarcó en Ilha Grande, la vida que crece y florece por todos lados. Todo lo que importa cabe en un barco, pequeño, inmenso”, dice Constanza que es periodista. “Siempre habíamos deseado un estilo de vida diferente. Hace unos ocho años, cuando hicimos los primeros cursos y comenzamos navegar, descubrimos que que nos podía ofrecer un estilo de vida diferente. Nosotros teníamos una vida bien armaday con estabilidad económica: yo soy psicólogo y Coni es comunicadora social y diseñadora gráfica. Ambos trabajábamos de nuestraprofesión en buenas empresas, aunque el último trabajo de Coni fue de freelance. Yo, incluso, llegué a trabajar en tres compañías.
Pero un día decidimos renunciar a ciertas comodidades y tranquilidades como recibir un sueldo a fin de mes para embarcarnos a una situación que no sabíamos cómo podía llegar a resultar”, dijo Juan en una entrevista.
Sobreviven recibiendo invitados a bordo durante los meses de verano. Les ofrecen experiencias de paseos.
De esos ahorros sobreviven. Aseguran que no necesitan de mucho dinero, ya que también se alimentan de frutos del mar
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