Peregrinar es un gesto tradicional profundamente en los orígenes de lo religioso. Frecuentemente se asocia las expresiones de fe con el estar quieto, inmóvil, sea rezando o participando de alguna celebración. En cambio, peregrinar pone a la persona religiosa en movimiento. Se sale con entusiasmo entre cantos y con la frescura del “todo por delante”.

En algún momento, los kilómetros recorridos van sumando cansancio, comienzan a flaquear las fuerzas y aparece la tentación de dejar: ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Vale la pena? En general, la gente camina con un propósito, una intención o algo que quiere agradecer… Eso es, en general, lo que sostiene para seguir en el camino. Son los principales motores dentro de un pueblo cargado de religiosidad para mover a las masas a visitar a la Virgencita Azul.

A medida que se acerca el día de la gran fiesta (8 de diciembre) son más los peregrinos que acuden a la Basílica de Caacupé. Pero, como casi siempre, muchos de ellos van para “mironear” o para “joder”. Tal es así que hacen de las suyas por el camino. A tal punto que, incluso, dan riendas sueltas a sus “bajos instintos” y “experimentan” en un nuevo lugar. Uno de esos sitios es ¡el cementerio de Ypacaraí!

Según la denuncia de varios ciudadanos, el camposanto es utilizado a full como “el nidito de amor” cada año por muchos peregrinantes en horas de la madrugada. Los amantes, según la denuncia de los que viven alrededor del camposanto, aprovechan la oscuridad para entrar al sitio y lo utilizan como “matadero”.

“Por favor pido a la ciudadanía, a los peregrinos que tomen conciencia y respeten” dijo don Sabino, cuidador del cementerio. “En muchos años tuvimos estos casos y la verdad que es lamentable, falta de respeto. Utilizan la noche más que nada”, señaló.

El cementerio no cuenta con muralla de gran altura por lo que el acceso al lugar es fácil. “Pedimos que este año se comporten y que esto sea una verdadera fiesta de fe”, finalizó.

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